Madrileña por aquí mismo.-

Últimamente visito los tanatorios madrileños con frecuencia. Cumplir años y haber nacido en esta ciudad tiene ventajas e inconvenientes. DING DONG DANG… “Hola, Zutana“. “Hola Ruth, ¿qué tal? (sin intervalo) ¿Recuerdas a Perenganito de C.O.U.?”. “Sí, claro”. “Pues se ha muerto su padre de un cáncer de colon. Está en la sala 10 de la M-30” (o la 11 de San Isidro, o la 17 de Tres Cantos, o…). ¡Estupendo!, otra vez de excursión, sin mochila, sin tortilla y, por supuesto, sin jamón. Reunión de amigos, pseudoamigos, hermanos, hermanastros, primos, padres, hijos y tíos de todos, primeros, segundos y/o terceros maridos y mujeres, muchos de ellos conocidos antes del evento y el resto en el transcurso del mismo. Estilos diversos. A veces muy enlutados, a veces muy arreglados, a veces como si se acabaran de levantar, a veces llorosos, a veces nerviosos, a veces cansados, a veces impasibles, a veces asqueados. A veces rodeados de floripondios, café y minisandwiches, a veces botellitas de agua, a veces arbolitos en miniatura de recuerdo, a veces música, a veces sacerdote.. A veces con muerto presente muy paliducho, a veces con foto sonriente, a veces con distancia visual.

Lo cierto es que la pluralidad social reinante desde que nací en Virgen del Mar se hace patente en todas partes, incluso cuando se trata de despedir a nuestros semejantes, y no resulta baladí observar (con respeto, por supuesto) porque se aprende lo indecible sobre los grupos humanos y las generaciones. Los jóvenes entran y salen nerviosos continuamente mientras responden y escriben mensajes en sus telefonitos, los de más edad se agrupan y charlan con gran interés, los de mediana edad pululan despistados por los diferentes círculos con cara de póker. “¡Anda!, ¿pero si no tenía idea de que conocieras al hijo de Perenganito?”. “Estuvimos trabajando en la misma empresa hace años”. “¿Y vosotros?”. “Fuimos novios en primero de carrera” (la esposa del susodicho sufre un leve espasmo muscular y se dirige de un salto al grupo de las señoras del fondo) “Voy a darle un beso a su hija”. 

Madrid es mi pueblo. Yo no voy a ver a mi gente a ningún otro sitio, ni vengo de mi casa familiar desde ninguna otra comarca los Domingos por la tarde en caravana. Madrid es mi pueblo y mi parque es El Retiro. Sólo es “mío” y de nadie más, y me mosquea que cualquier tontolava que lleve viviendo aquí cuatro o cinco años se considere con el derecho de opinar sobre mis árboles, mis museos, mis edificios, mis carreteras, mis hospitales, mis restaurantes y, por supuesto, mis tanatorios y mis cementerios. No es que me interesen mucho los muertos. Ni mucho, ni poco, ni nada, (yo peleo por los vivos, casi siempre algo decrépitos, pero vivos al fin y al cabo), pero el otro día encargué una corona por internet, que llegó a su hora, mucho más colorida que el resto y más barata, y me sentí orgullosa (macabramente orgullosa) de lo bien y lo rápido que se pueden hacer las cosas a veces en una gran ciudad del siglo XXI.
Madrid es mi pueblo y siempre me ha gustado. Soy así de rara. Me gusta el asfalto, el tráfico y el follón. Canté muchas veces con mi guitarra al atardecer en el Parque del Oeste, estrené el teleférico, el Safari Park, la bolera de Azca, el metro de la Universitaria o el de O’Donnell, la M-30, me tomé mis sidriñas en Riaño y mis patatitas con ajo en el Taranis, tiré huevos a la fachada del Ministerio de Sanidad y fui a las fiestas de los colegios mayores y a la Plaza Mayor a comprar sellos, monedas y figuritas para el belén. No puedo ir a pescar al Manzanares, pero he tonteado en las barcas de El Retiro y aprendí a nadar en el CANOE. El invierno aquí es seco y frío y el verano demoledor. Las fiestas de los pueblos de la sierra en Septiembre anteceden al comienzo del curso y el fresco y siempre llueve en mi Feria del Libro. 
En resumen, si me vuelven a llenar de armatostes mi Plaza de Oriente, si escucho a algún imbécil hablar mal sobre mi transporte o si tiran un papel a mi suelo delante de mis narices me voy a transformar de bruja novata en meiga, curuxa o bruxa, y me lo voy a pasar de cine con mi conxuro en mi peña de Hoyo de Manzanares, a la falda de El Picazo, mi montaña mágica particular, con mis jaras, mis lagartos y mis culebras, porque “un principio sano sólo puede producir efectos sanos”.






Comentarios

Entradas populares