Historia de un disfraz.-

Me encuentro en el aparcamiento del hospital con un compañero cirujano, me saluda y comenta que voy muy “gótica”. Me asalta la duda de si se ríe de mí o si me echa un piropo. Mi abrigo negro hasta los pies me ha disfrazado de pistolero de spaghetti western en lugar de sioux, y me quedo pensando que, llevando al cuello el pañuelo de seda arrugada y blanco manchado in crescendo al gris, me parezco a mi pobre perra Khala, con su collar isabelino, recién operada de las salvajes mordeduras de un supuesto perro, presunto maltratador, al que llevo odiando mentalmente desde hace varios días.

“No, es que se sintió amenazado por el tamaño de tu dogo”. ¡Y una leche!. Mi perra es alegre y buena y el otro gigante, cachorro aún de otra raza enorme, parece un asesino en serie. ¡Ahora resulta que el tamaño importa!, y no me refiero a lo de siempre. Es decir, que si eres alta y corpulenta, un individuo de idéntico tamaño se cree con el derecho de considerarte “machito alfa” a ti y pelearse contigo aunque tú vayas siempre por la vida de “hembrita” adulta y responsable con o sin letra griega detrás. 

“Pues sí”, no lo había pensado antes pero acabo de decidir que voy disfrazada de mi perra para reivindicar sus derechos, los de las perras alfa heridas vilmente sin haber sido considerado el hecho violencia de género. A lo mejor como mi pobre animal está castrado (obligación de la protectora de donde la sacamos de bebé, porque también hay dogos bebés en las protectoras) su sexo mental ya no coincide con el físico y me multan por haberlo alimentado bien, potenciando fuerza, desarrollo físico y altura. De su actitud e inteligencia emocional no puedo opinar, para mí es la mejor, es que, ¡sorry!, barro (y barreré) siempre para casa.
Y otro sí, Khala, dice mi hija, parece la lámpara de Pixar cuando intenta comer de su plato. Muy gráfico y chistoso todo ello. ¡Ja, ja!, me río con ironía, como lo hace mi retoño. ¿Cómo es posible que no hayan inventado aún algo más cómodo para que los canes no se laman las heridas convalecientes?. ¡La pobre se atasca en todas partes, sobre todo al intentar pasar por las puertas!. Porque el collar isabelino que requiere una raza grande es brutal para el entorno tal cual está concebido.

El universo no se fabricó para lo diferente de la media. Lo muy alto o muy bajo, lo muy inteligente o muy torpe, lo muy hermoso o muy feo, debe pelear siempre con uñas y dientes para encontrar su lugar. 
Me gusta mi perra, mucho, por gigantesca, por aguda y por noble. Y porque cuando necesita mimos se acerca como un caballo e inspira mucho, pero que muchísimo respeto. ¡Buenas noches, cosa guapa!. Un beso gigante, como tú.





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