Análisis de mi propio desencanto o Cómo jugar a las parejas y que te paguen por ello.-

¿Qué diablos ha ocurrido con mi percepción visual diaria de imágenes radiológicas para acabar por desilusionarme?. 
Siempre me definí como “una gran enamorada del ser humano en todas sus formas”. Me divertía la expresión corporal y la manera de asociarse con la v verbal. Me estimulaba el reto de la búsqueda del error para intentar hallar una solución concreta, seleccionar tres fotografías de entre mil para definir el problema y elaborar un informe conciso y estructurado que permitiera un enfoque clínico rápido y sencillo. El éxito me enorgullecía en soledad.

El tremendo avance tecnológico que continúa diariamente ha elegido centrarse en minimizar el error y en mejorar la calidad asistencial, pero se ha olvidado totalmente de estimular el desarrollo intelectual de la persona que debe realizar dichos análisis, yo.
Me explico: Antes, con suerte, como el material de que se disponía era físico, sólo se podía comparar con un estudio previo, y aquello suponía colocar y retirar varias veces las radiografías del negatoscopio (esa pantalla blanca que se utilizaba antiguamente para iluminar y observar). La interpretación resultaba lenta y laboriosa y exigía gran concentración. Ahora mis ojos van y vuelven rápidamente de varios miles de impresiones digitales (algunas en escala de grises y otras a colores) de arriba a abajo, de izquierda a derecha y viceversa, ampliando o disminuyendo el tamaño, el brillo o el contraste a gusto personal y movimiento manual roedor (del ratón de mi estación de trabajo, que no es un ordenador, sino algo mucho más sofisticado, caro y complejo) con diferentes fechas de realización seleccionadas por mí según mi criterio. Y así la concentración es mucho más superficial, más visual, menos cognitiva.

Antes mi análisis era primero perceptivo y luego interpretativo. Ahora no. Ya no interpreto nada (o eso me parece a mí). Pasan por mis ojos millones de imágenes y mi cabeza elige algunas de ellas para buscar en el Diccionario Espasa Calpe de mi encéfalo y jugar a las parejas con mis circunvoluciones hipocampales. Si emparejo esta carta digital con aquella histórica he triunfado. Si no lo hago mi resultado es pobre e incompleto.

Los datos innumerables que manejo cada día me han transformado en una pequeña maquinita con cámara donde ya practicamente todo está elaborado, planificado y definido, y donde yo cada vez pinto menos y resulto menos útil. ¿Para qué voy a pensar si ya piensa por mí este o aquel programa de inteligencia artificial?. Artificio = Poder. Yo ya no soy yo. Soy una mujer cualificada que se introduce en un Mazinger Z del siglo XXI para hacer lo que Mazinger decide que debemos hacer los dos, porque él piensa por mí. Y esté yo de acuerdo o no, las medidas a mano alzada ya no son estadísticamente significativas, ni elegantes ni dan prestigio. Mi firma es cada vez menos mía y más de ésta o aquella empresa que me ha enseñado a postprocesar las cosas así o asá. 
Y, lo peor de todo, ya no huele a taller y a líquido de revelado, aunque los aparatos continúan haciendo un ruido tremendo. Y tampoco existe la artesanía, y menos aún el arte de la medicina. Todo es mecánico y frío. En resumen, ya no se elabora el pan en la tahona con masa madre, sino que lo traen preparado desde Alemania, Holanda, Japón o Estados Unidos, y ¡claro!, no sabe como el de hogaza. Y yo me pregunto, ¿por qué si ahora todo el mundo quiere comprar las barras tal y como se hacían antes nadie desea emplear formas tradicionales de diagnóstico y aplicarlas a la nueva tecnología?. 
Jugar a las parejas me resulta muy muy aburrido. ¿Conseguiré ilusionarme este 2024 como cuando despertaba al aprendizaje profesional?. ¿Mantendré intacta mi capacidad de asombro?. ¿Envejeceré lenta o rápidamente?. Son incógnitas que habrá que despejar en la ecuación.














Comentarios

Entradas populares