Saludos breves desde Utarsquia.-

Hoy quiero proponer un diálogo ficticio entre mis múltiples “yo”, con idea de reubicarlos en un lugar placentero para el pensamiento cabal y el alma tranquila aunque despierta. Primera pregunta para comunicarse: ¿Leer sobre arte enseña arte?.

Ya indicó hace años R. Arnheim que “nuestras experiencias e ideas tienden a ser comunes pero no profundas o profundas pero no comunes”. 
Me explico: Si me nombran “Condestable de Urbanillos del Palancar” me debo sentir honrada (por ”condestabla”), si actúo como “Fakir de Antequera” soy rica de familia y algo payasa, si me regalan un “Incunable Norteño” tendré que acudir a un bibliófilo experto que me lo traduzca para poderlo leer y si te insulto como “Mequetrefe Sinodal” lo mismo hasta sonríes orgulloso.

La empresa resulta “homérica”, el trabajo “pindárico” y la crítica bíblica claramente “rútica” y “terésica”, aparte de “martínica”, “boizósica” y “ptolomeica”.
¡A ver!. “ Uropa es Uropa” e “Hispania es Hispania”. “Mi casa es mía”, “tu casa es tuya”, “su casa es suya” (de ellos, ellas y elles). 

Llámame por mi nombre moabita, cuya última letra nunca, nunca, nunca jamás de los jamases se pronuncia en castellano. (¡Bueno!, a mi abuela siempre la dejé que la uniera con la “T” al hablar, pero porque tricotaba descomunalmente bien).

¡Un “baccio” vaaaaa!,  chiquitito.







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