Duermevela.-

He recogido los escasos minutos de placer sublimado en la pequeña oquedad de mis conos mientras observaba cómo la pereza perdía su propio horizonte reflejado en mi córnea interesadamente. Después, al cerrar los párpados como acto forzado de voluntad, he intentado mantener intacta la respiración de mi propio cerebro, ausente a ratos, presa de una extraña calima entremezclada con hielo, proclive al desarme intencionado, no carente de pequeñas parcelas de autonomía mediática circense. Después he decidido dormir.






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