Un bacon-queso todo plancha partido al centro.-

Tras leer el periódico de hoy me he mirado al espejo de refilón al entrar en casa, y esto de ‘no disponer de vida propia y ser asexual’ me ha llegado al alma tan profundamente que no sé si hacer un curso rápido para entrenarme en la pesca del percebe (que está bien remunerada por sus riesgos), comunicarme por pseudópodos o elegir una estación del metro madrileño para apalancarme y cantar aporreando con alevosía alguna de mis guitarras, y que los usuarios (y usuarias, ¡claro!, ¡los guitarros que se queden en casa, por favor!) de dicho transporte público me dejen unos eurillos en la funda del instrumento como pago simbólico a mis esfuerzos de entonación. 

He de meditarlo con calma, despacio. Elegiré la acústica de seis cuerdas como recuerdo del supuesto ‘patriarcado’ alienante y sexista (‘despatriarcado’ recientemente, muy a pesar mío) que me impidió ser yo misma, jamás me valoró, me manipuló, me obligó a estudiar algo que no me atraía, nunca contrató profesores de música para mí, ni escuchó mis composiciones, mis letras o mis cartas, no me respetó ni me permitió el uso de minifaldas, escotes, biquinis, triquinis, pantalones cortos, vaqueros ajustados con agujeros, pendientes kilométricos, corbatas, tacones de aguja, plataformas, botas de militar, alpargatas, chanclas, gorras, chaquetas de cuero, flecos, gomina en el pelo,... El caso es que a mí me parece recordar que el día que se casó mi hermano (por la Iglesia castrante y machacante) vestí un hermoso traje largo blanco y negro a modo de chaqué con escote hasta casi el ombligo, que me obligó a hacer maniobras orquestales durante la cena y el baile con ánimo pudorososo, y una raja anterior que mostraba casi íntegramente unas piernas curiosonas cubiertas por unas medias negras y en los pies unos botines de ante de lo más provocativo, mientras mi señor padre sonreía de oreja a oreja presumiendo carcamente, con mucha mojigatería y ñoñería, como siempre hacía, del brazo de su infantil esposa, de color champán, con un sombrero enorme elegantísimo y un traje ajustado que dejaba intuir las formas también escasamente femeninas de mi señora madre.

En resumen, que, sin yo saberlo, mi ‘cuerpo colonizado’ (no sé si por extraterrestres, Candida albicans o algún helminto tropical) ha desarrollado su existencia ‘penetrocentrista’ (partidos de fútbol y de baloncesto sí se veían, lo reconozco) en un hogar ‘falocéntrico’ con una madre economista que quiso ser ‘ama de casa feliz aniñada’. 
Y todo esto me lo cuenta el Ayuntamiento del municipio donde yo trabajo. Y, ¡claro!, me empiezo a preocupar... ¿Seré capaz de diagnosticar una torsión de hidátide o un tecoma a partir de ahora?, ¿y de explorar una supuesta impotencia coeundi de etiología vascular con el doppler color?, ¿localizaré en el escáner adecuadamente la perforación intestinal secundaria al bote de desodorante roll-on?. Y para finalizar, ¿me facilitarán su número de teléfono para ayudar a informar a mis pacientes sobre si su varicocele grado IV es de tipo “shunt” o tipo “stop”?. 
¡Ay, Virgencita, que me quede como estoy!, ¡el “fúrbol” y yo, por favor!. Y a falta de calamares o maganos de la bahía, un bocata de bacon y queso a la plancha para compartir.








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