Vacaciones y Encuentros.-

En mi hogar natal se suele comentar allá por Junio que las vacaciones no son momento de descanso sino de actividad diferente porque si no la neurona trabajadora pierde su sinapsis y el granito su mica, y esto sucede con el firme propósito de convencer sin violencia sobre la necesidad de seleccionar un destino que estimule el intelecto en lugar de dejarse aplatanar bajo un sol playero de justicia. 

Así que, preparada mentalmente como si estuviera a punto de presentar una comunicación oral original en un congreso internacional, y ataviada para asistir en primera persona a La Guerra de los Mundos, El Príncipe de las Mareas, Antoñita la Fantástica v.o. subtitulada y Desayuno con Diamantes, arranqué mi antiguo Insignia de ruedas delanteras recién estrenadas repleto de combustible desde la víspera, con idea de aventurarme por los caminos ibéricos en busca de nuevas expectativas visuales para estos, mis hasta el moño de imágenes radiológicas óculos. 
Y desde luego expectativas hubo, lo que no sé es si los ojines propios consiguieron salvaguardar la honra familiar o si se quedaron a mitad de camino entre el cinturón de castidad y el lupanar castizo, o si a veces utilizaron el primero para terminar en el segundo o si de tanto kilómetro salsero decidieron que las vacas de leche reposando por los pastos norteños constituían la mejor compañía siempre y cuando algún milano, grupo de buitres o pareja de águilas perdiceras se personase esporádicamente en su planeo magnífico para edulcorar el momento de manera originalmente chistosa.

Y es que la tierra y sus raíces dirigen a las personas hacia lugares descomunales, ya sea pinturas rupestres, murallas árabes, acantilados o tejos centenarios, para reírse a carcajadas al anochecer con sus sombras chinescas, el quejido ventoso de sus ramas o los miles de sonidos liliputienses de sus bosques y praderas.

Todo es sencillo. Mi recomendación es que detenga el automóvil en un lugar cualquiera, aparque con cordura, colóquese su mascarilla obligatoria, dése dos o tres lentas caminatas por los alrededores con mirada curiosa o crítica, da igual, y observe. Si decide emplear su cámara fotográfica réflex (es preferible a la de los teléfonos de alto rendimiento) elija un único motivo por excursión (dos por día como mucho) y encuádrelo sin flash de relleno veinte o treinta veces en búsqueda de la armonía pertinente según su criterio. Evite los “selfies”, el entorno artístico los tiene muy pero que muy enfilados. Si actúa como modelo nunca debe posar para la instantánea sino integrarse con el medio para no desentonar, y eso le puede obligar a gastar muchos minutos de su tiempo e incluso cambiarse de vestimenta en repetidas ocasiones. Si se trata de una imagen familiar ocúpese de que los miembros se encuentren mínimamente desordenados en las tres direcciones del espacio, sin apoyarse entre sí, sin mirar directamente al artista, con nula hiperactuación y por supuesto ausencia de comida ya que banaliza el acto cultural. Otro sí es el caso de querer dejar de manifiesto sus gustos culinarios según los menús locales. Entonces puede fotografiar cuantos platos desee, con o sin servilletas o cubiertos pero carente de comensales. Tampoco se recomienda molestar a los animales con sus imágenes puesto que puede ser denunciado por las sociedades protectoras locales o comarcales, y éstas suelen tener mala espina.

En resumen, si viaja solo lo más inteligente es ver, oír y callar, emitiendo únicamente sonidos esporádicos para contestar a alguna pregunta simple sobre si desea el café con azúcar o sacarina y por supuesto nunca ojear el periódico. Si el local es sencillo y dispone de televisor en altura obsérvelo interesadamente apoyando la palma derecha sobre su cara y el codo ipsilateral de refilón sobre la mesa. Si es mujer puede abanicarse con sofisticación o cortar amorosamente la carne de los filetes de ternera de sus hijos, si estos la acompañan. Al aseo únicamente debe acudir una vez haya pagado su cuenta y procure disponer de toallitas higienizantes o pañuelos de papel y gel hidroalcohólico, como manda la costumbre actual. En caso de tratarse de un bar con el tradicional “pinball” evite la tentación de echar unos eurillos o de lo contrario se verá en la obligación de limpiar la maquinita antes, durante y después del evento.
Y termino. De regreso en casa ya no sé si soy, estoy, he sido, estaré, estuve o hube estado, así que tendré que repasar mi gramática y los tiempos y conjugaciones verbales en profundidad.

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