Ni sí, ni no, sino todo lo contrario.-

¿El enrarecimiento social que vivimos es consecuencia de la pandemia o quizás el resultado de la transformación paradigmática del individuo?... Recuerdo cruzar la Castellana para ir a trabajar al día siguiente del atentado de los trenes de Atocha y notar en el ambiente una inmensa tristeza que se transmitía (quién sabe cómo) entre los coches que esperaban pacientemente el cambio de color de los semáforos, agrupados en fila india. Se trataba de un dolor sordo que se compartía en la distancia mientras el alma grupal se esforzaba por curarse, o al menos lo intentaba. 
¿Y el alma individual?. ¿Qué ocurría con ella?
En aquel entonces yo no lo sabía, pero probablemente se encontraba tan sumamente anestesiada que ni tan siquiera podía vislumbrarse de soslayo. 

Ocurre igual en multitud de asociaciones humanas de todo tipo, ya sea familiares, laborales o lúdicas. Ese “yo individual” que me ha dado por denominar “”alma” queda oculto por el “yo grupal”, fabricado más mediocremente y con fines puramente estéticos. El individuo se pierde en el magma global y es absorbido por éste. Raro es aquel grupo humano constituido por la suma simple de cada “yo individual”, donde se respira un espacio común formado por la unión colaborativa de todos los presentes a dosis equitativas. 

Cada agrupación social (incluso virtual) que comienza necesita un tiempo de conocimiento mutuo que se emplea como toma de contacto. Si se intuye positividad energética los miembros se esforzarán (ya sea inconsciente o voluntariamente) por fomentar la fluidez medioambiental con el fin de que los individuos se vean potenciados y su percepción final resulte placentera. Es lo que en la gestión de recursos se conoce como “calidad percibida”. Ahora bien, ¿quién realiza la auditoría que dictamina que esa “calidad percibida” se corresponde con una “calidad objetiva”?. 

Lo ideal en los grupos humanos afectivamente sanos es que no sea necesario de forma rutinaria un esfuerzo comunicativo, sino que éste nazca de manera espontánea. Aunque para alcanzar este punto, especialmente en las relaciones de pareja o familiares, se exige una gestión adecuada del tiempo, con parcelas individuales y colectivas, que únicamente llega a lograr sus objetivos con cierto grado de inversión afectiva: “Generosidad en minutos” en cualquier dirección, tan simple como eso, teoría y práctica sencilla, consciente y voluntaria como pacto tácito de conciliación. ¿Me interesa?... Dedico mi tiempo, nada más.




 


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