Tolerancia o Adaptación.-

Intento analizar el momento social desde una perspectiva equilibrada sin enzarzarme con el resto del planeta. Así puedo hacer oídos sordos de la politización de la salud por parte de todos, partidos políticos y gobierno, hombres y mujeres de la aldea y de las letras, adolescentes y jóvenes. Porque cada grupo humano busca su propio bienestar mirando con su córnea y la imagen cerebral de la pandemia viral se graba en la memoria mediante instrumentos totalmente diferentes según los lugares, las edades y los estamentos socioculturales. Y es que (opino) no se debe confundir una sociedad enferma puntualmente y susceptible de curarse con una sociedad rota o destruida. Y los procesos de maduración son diferentes según las generaciones. Quiero expresar que prefiero mil veces a Sócrates  (“la música es para el alma lo que la gimnasia para el cuerpo”) antes que a Kafka (“nunca imaginé que tantos días finalmente harían una vida tan pequeña”), y lo escribo con honestidad.

Si yo, que soy una bestia parda con una fuerza mental descomunal, a veces me siento agobiada por este entorno enrarecido con el que nos ha tocado enfrentarnos, no quiero imaginar cómo vivirán la puñetera situación todas esas lindas e imaginativas cabecitas en proceso de construcción, hiperestimuladas a diario por una tecnología audiovisual que parece viajar aún más rápido que las propias ondas electromagnéticas.

Traducción simple: Conversaciones madre-hijo o hija de las de toda la vida:

     a) - Mamá, ¿que hay hoy para comer?.
         - Canguingos y patas de peces.

     b) - ¡Mamá, me aburro!
         - ¡Pues no seas burro!.

     c) - ¡Mamá!, ¿dónde estás?.
         - En tabletas.

     d) - ¡Ay!.
         - ¡Pues guarda para cuando no haya!.

Y de regreso del maldito tártaro por enésima vez he pensado en disfrazar a mis células de simios peleándose contra Charlton Heston (las Natural Killer), de Séptimo de Caballería de Michigan a la gresca con los apaches (los linfocitos T) y de Baloo bañándose con Mowgli (la nefrona y los electrolitos). Y después de meditarlo largo y tendido he decidido hacer ‘facetime’ con mis padres, ‘whatsappear’ con mis compañeros de trabajo, ‘bloggear’ antes de dormir y ‘twittear’ un par de publicaciones científicas de varias sociedades médicas. Y en medio de esta “tormenta de ideas” claramente delirante con rasgos maníacos en presente, pasado y futuro @l unísono (pero todo de subjuntivo y del verbo ser) he identificado la voz de mi hija riéndose en el silencio nocturno y me ha servido para confiar en el futuro de indicativo del verbo estar e intentar enseñar con el ejemplo, que es lo que perdura. Y también he recordado a Gabriel, aquel mejicanito rubio de ojos azules y una de sus frases favoritas: “¡Cállense, gachupines!”. 
¡Venga!, ¡a pelear otra vez!.










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