El Deporte de la Medicina.-

Recuerdo preparar el examen del M.I.R allá por el comienzo de los noventa.
En un intento de amenizar diariamente nuestra jornada de denso y extenso estudio, mis tres amigos (♂️XY los tres, aparentemente) y yo (♀️XX, también en apariencia) nos reuníamos en dos de las casas familiares, las más grandes, para hacer y comentar juntos cientos y cientos y cientos de preguntas de tests de años anteriores teniendo como referencia bibliotecas múltiples que ya eran nuestras, de los cuatro, jóvenes licenciados en Medicina y Cirugía por la Universidad Complutense de Madrid.
Las madres y, a veces, personas que trabajaban en nuestras casas, nos cuidaban tierna y sonrientemente con sus cafés, sus refrescos, sus tortillas de patata recién elaboradas, sus gazpachos, sus croquetas, sus tartas o lo que se terciase en función de la hora del día o de la tarde, a veces noche, con gran regocijo por nuestra parte, que celebrábamos el momento como si de un cumpleaños se tratase, porque nuestro nivel de estrés ambiental en aquellos tiempos era tal que llegaba a marear a todos los miembros de nuestras familias, padres, novios y amigos hasta límites tan insospechados que se veían en la obligación de mimarnos como los dejábamos, menos con su compañía, porque nos enfrascábamos en la patología de Lunes a Sábado durante catorce horas y los Domingos solamente con ocho. Así, día tras día, después de media jornada de estudio en soledad, compartíamos habitáculo por otras seis o siete para discutir apasionadamente sobre los linfomas, el virus de Epstein-Barr, la atrofia muscular espinal, los soplos cardíacos, el envenenamiento por la Amanita phalloides, las úlceras gástricas, la curva de Gauss , el parto distócico o el adenoma productor de TSH, revisando libros y libros de Medicina y Cirugía que se amontonaban a nuestro alrededor como elegante decoración, entremezclados con apuntes múltiples y fotocopias agrupadas en paquetes, lápices y rotuladores de colores, plumas estilográficas, “roller ball” o bolígrafos diversos, según nuestros gustos de escritura.

Con el paso de los días llegamos a adquirir un idioma exclusivo, sólo nuestro, que nos permitía simplificar las conversaciones, insultarnos con violencia sin que los padres se horrorizaran desde el cuarto de estar y reírnos. Así, cuando estábamos en ferviente desacuerdo con alguna de las respuestas de cualquiera, entonábamos un “¡U.P.P.!” (🔒que no voy a traducir), si desconocíamos lo correcto alguien se expresaba en voz alta con un comentario tal como “¡mira en La Biblia que yo miro en El Corán!”, si la menda se enrocaba con un tema cualquiera alguno de los demás se reía con un “¡que no valga mi opinión, pero...!”, burlándose haciendo suya una de mis frases habituales para dogmatizar, e incluso cantábamos y gesticulábamos de igual manera a la que solíamos emplear para avisarnos cuando entrábamos en un bar de copas y éste se encontraba plagado de “buitres” y/o “buitronas” al acecho, situación habitual siempre en “los madriles” nocturnos de todos los tiempos.
Nos fotografiamos el primer día (guapos, morenos y sonrientes) y el último (demacrados, ojerosos y de aspecto mortecino), mi padre nos pintó unas camisetas conmemorativas del evento como recuerdo y llegamos a aquella primera oposición con el espíritu y la decisión que se esperaba de nosotros. A unos nos fué bien y a otros nos fué mal, pero el balance final resultó espectacular para todos. Ni la Guerra de los Balcanes ni el veranito caluroso consiguió romper nuestra concentración. Constituimos un equipo de tenis perfecto, porque unos disponían de un saque explosivo, otros de un “drive” o un revés descomunal, y siempre uno impresionaba al resto jugando en la red o al fondo de la pista. Además, nuestros caracteres se complementaban, dos flemáticos y dos apasionados, para conferir fuerza o apaciguar según el momento del partido. 

Aquellas conversaciones sobre Medicina nos sirvieron para aprender lo indecible sobre todo y sobre todos y nos ayudaron a compartir y compartirnos, haciendo fuerte nuestra amistad con nuestro mutuo conocimiento. Unos antes y otros después aprobamos el maldito examen, y así el universo deportivo mixto de la salud española fichó a dos radiólogos (un delantero y un portero), un geriatra (un defensa) y un hematólogo (otro delantero), todos en activo y, de momento, sin lesiones importantes, lo cual es un gran triunfo para la plantilla. Hoy Sábado yo no estoy de guardia y no juego aunque entrenaré, no sé el resto.

Nota del autor: Escribo con la ortografía tal y como la aprendí en mis tres colegios, porque sí, porque soy añosa y me da la gana.




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