CALABAZAS e HIGOCHUMBOS o “no me opunties que te ficus”.-


Los "salientes" de guardia resultan difíciles de interpretar. Constituyen un tiempo de alerta adormecido o adormecimiento aletargado bastante interesante. En mi caso ocurre algo francamente sorprendente. Cuando, después de treinta y seis horas intrahospitalarias y treinta minutos de conducción temeraria escuchando a AC/DC para no cerrar los ojos, abre esta radióloga talludita la puerta de entrada de su domicilio particular siente un alivio indescriptible. En ese instante recupero mi intimidad, el ambiente salubre, la estética ligeramente placentera, las caras familiares, el aseo propio, la almohada, el inodoro, la suavidad de la ropa de cama, la vajilla de florecitas, la servilleta de algodón recién planchada, el pijama con olor a suavizante, la lámpara de la mesilla, las zapatillas, los cuadros del salón, el altavoz. A veces incluso tengo la sensación de que primero me roban mi hábitat, cual Hades y Proserpina en versión de Manolo Escobar, para que me entre una alegría desmesurada cuando me lo devuelven. Algo así como viajar y pernoctar cutremente de la misma manera que lo hacíamos durante los primeros años de nuestra mayoría de edad recién estrenada, con el macuto bajo la cabeza para protegerlo de indeseables y el dinero y el pasaporte en algún lugar de la ropa interior, con la salvedad de que entonces nos parecía un placer libertario, y las guardias hoy obligación carcelaria, una pseudotortura espiritual que con el paso de los años mantiene la neurona viva, el ánimo despejado, la frivolidad en el inframundo y el deseo sexual entumecido. Únicamente falta en el guión el "vara" de las Capas Pardas haciendo sonar su carraca y el paso del Cristo crucificado adornado a los pies con un único cardo como propaganda turística de Semana Santa: “¡Ven (si te atreves) a Zamora, respira tradición!”.








Comentarios

Entradas populares