Ética de Redes

“Sostener que una acción es justa o injusta es lo mismo que decir que la mayoría de los hombres experimenta, más a menudo que no, algún sentimiento particular (o ausencia de sentimiento) hacia acciones de la clase a la que pertenezca”. Del libro “Ética” de G. E. Moore.

Aparentemente un ser humano en su sano juicio debería sentir algo frente a una acción concreta: Menosprecio, alegría, disgusto, enfado, indiferencia, etc. Según lo veo yo existe una gran distancia entre el primero y el último sustantivo y el resto. La indiferencia y el menosprecio son sentimientos más elaborados, secundarios, en contra de los otros, primarios, sin tamiz inicial, que en un segundo momento pueden llegar a filtrarse para recuperar el control del instante, no sin entrenamiento previo, por supuesto.

La expresión oral y la escrita son bien conocidas por todos y difieren entre sí, siempre y cuando no se esté leyendo en voz alta o recitando un guión aprendido de antemano. Todo lo manuscrito (ahora casi no se escribe a mano, pero queda bonito explicarlo así) es meditado, porque en un segundo o tercer momento se relee y se corrige, luego si el resultado es dañino claramente se ha elaborado con dolo. Diferente me parece un comentario puntual durante una entrevista en un medio de comunicación (salvo que de antemano el entrevistador indique las preguntas que realizará). Por eso hablar en público exige aprendizaje: Agilidad en la respuesta, elusión aguda de lo que no interesa contestar o se desconoce, inteligencia emocional para percibir la posible trampa o manipulación y el claro empleo de múltiples mecanismos de defensa, así como adoptar la postura corporal adecuada buscando la interrelación con el otro (una o varias o múltiples personas)

¿Y “hablar” en las redes?. ¿Cómo se enfoca?. ¿Siempre con distancia?. ¿Cómo se intuye el eco de la pregunta y el de la respuesta?.
Al no disponer de tono, timbre y comunicación visual o gestual somos más vulnerables pero también más peligrosos. Una persona de formas suaves parece delicada y alguien tajante lleva parejo el adjetivo violento y falto de interés, lo cual no tiene porqué cumplirse. Además una misma respuesta puede ser interpretada de múltiples maneras diferentes, lo que para las cabezas con capacidad intelectual por encima de la media (que suelen acompañarse casi siempre de un cierto componente obsesivo secundario a la hiperactividad neuronal habitual) genera una probable ansiedad por no hallarse una conclusión única que mantenga la situación emocional bajo control.

La gente joven lo solventa con los socorridos “emoji” para entonar de manera más fiable, o incluso puede utilizar las mayúsculas cuando se enfada. Y cuando percibe que las cosas no van por los derroteros adecuados envía notas de voz o fotografías que desaparecen al minuto y si son guardadas en el móvil de la otra persona copiando la pantalla el transmisor inicial se entera mediante un aviso.

A pesar de todo el resto de las generaciones se encuentra (nos encontramos) a años luz de ellos. Por mucho que nos esforcemos en escribir rápidamente con los pulgares no tenemos la costumbre de la respuesta escrita inmediata y la transmisión instantánea nos traiciona el equilibrio de ideas con cierta frecuencia. 
En resumen, la comunicación se realiza de forma muy parcial e incompleta, sin tan siquiera disponer de la voz como fórmula interpretativa, con lo que la intuición debe multiplicarse por cien.
Pero escribiré algo positivo: Puede utilizarse para luchar contra el aislamiento social y afectivo esporádico o crónico y también como expresión artística o con fines formativos e incluso lúdicos.
En mi opinión debería existir una nueva asignatura práctica en educación secundaria: Ética y comunicación rutinaria en redes. 
Y termino con simpleza: A mí me ha ayudado a centrarme en ocasiones y a no sentirme sola en mis viajes, aunque he de reconocer que muchas veces me ha generado ansiedad.







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