Unas palabras Sobre Dios y la Tuberculosis.-


Dice Spinoza (de nombre Baruch, Amsterdam 1632 - La Haya 1677,) en su "Tratado de la Reforma del Entendimiento y otros escritos", algo tan obvio que me ha llamado la atención: "Nunca surgirán peleas por lo que no se ama". El caso es que esta obra fue póstuma porque unos dicen que, al igual que varios miembros de su familia, murió de tuberculosis. Otros, sin embargo, indican que fue la silicosis la culpable, ya que su trabajo consistía en pulir lentes para telescopios, desprendiéndose Sílice (tóxico pulmonar y cancerígeno).  Y en lugar de estudiarme la forma de alcanzar la perfección, que explicaba a través de tres estadios del conocimiento (empírico, racional y puro) o la búsqueda de Dios en la naturaleza, me ha dado por pensar en la razón por la que siendo hebreo se dedicó a criticar la doctrina judía y lo expulsaron de la sinagoga y después en si moriría de una diseminación broncógena o una tuberculosis miliar o acaso de una sílicotuberculosis con fibrosis... Con solo cuarenta y cinco años... Y me he imaginado a otro buen amigo, yo con mi mayoría de edad recién estrenada, y él con su derrame pleural masivo de la misma bacteria que el pensador (el bacilo de Koch, nombre del bacteriólogo alemán y Premio Nobel que lo descubrió)... Y me he reído sola recordando sus palabras al verme aparecer con mi bata blanca de estudiante en el caos de las ugencias de un gran hospital madrileño, rodeados ambos de dolientes y demenciados: "Cuando te vi aparecer por la puerta sonriendo para mí fue como si se me apareciera la Virgen María".Y cada vez que atravieso unas urgencias hospitalarias me viene a la cabeza la misma imagen y las mismas palabras, porque los medios cambian, las enfermedades cambian, las personas cambian, pero las situaciones se repiten exactamente igual. Y resulta curioso, pero parece una y otra vez una copia nada graciosa de la película "El Día de la Marmota", en la que yo voy haciendo cosas diferentes, en momentos diferentes, con personas diferentes, para terminar siempre saliendo por la puerta, entre las ambulancias, vestida con ropa de calle, recogiendo el coche y regresando a casa mientras repito mentalmente "¿por que siempre están las salas de espera llenas de gente?”.


Lo cierto es que empiezo en Spinoza y regreso a la Medicina, porque el pobre Baruch se quedó sin filosofar a la mitad de su vida, lo mismito que María de las Mercedes.

Impresionante aquella etapa de Radióloga Consultora esporádica durante la residencia en aquel antiguo hospital de tuberculosos de la sierra de Madrid, con sus azulejos blancos y su olor a rancio en medio del precioso pinar, transformado en hospital de crónicos, casi todos ancianos, con radiografías de tórax a veces tan complicadas de interpretar que tenía la sensación de estarme inventando la mitad de las cosas que decía. ¡Y el caso es que era un día de excursión y a los residentes nos gustaba!. Los médicos no somos "frikis", somos realmente unos tarados.





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