Roentgen, Anna Bertha y Anciupecio

Hoy, ocho de Noviembre, se celebra el Día Mundial de la Radiología y Wilhelm Roentgen (1845-1923, prusiano y Premio Nobel de Física de 1901, genio provocador expulsado incluso de su universidad aparentemente por caricaturizar a un profesor) nos sonríe en la distancia y el tiempo mirándonos con sus preciosos ojos y su estética tan acorde con el mundo actual. Cuentan que radió durante quince minutos la mano de su bonita Anna Bertha para lograr una impresión donde se distinguieran los huesos e incluso el anillo de casada. Todo un homenaje científico digno de alabanza, porque los que hemos convivido con la investigación y su entorno sabemos lo complicado (a veces imposible) que resulta sobrevivir afectivamente al hombre (o la mujer) y su proyecto, que exige con frecuencia soledad y aislamiento.
Aprovecho y cuento que hoy echo de menos al hermano pequeño de mi padre, mi tío Chus, físico de carrera y muy barbudo, perdido para el lugar de los vivos este año, que me habría gastado una broma inteligente chinchándome después de leerme, llevando siempre colgado del cuello el “pendrive” (este anglicismo me toca las narices, sería fantástico inventar una traducción bonita y divertida como “taeniolo” o “stiluso”, porque “lápiz de memoria” no lo veo exitoso) con toda su investigación actualizada, por si acaso la nube lo dejaba compuesto y sin novia (como mujer inteligente siempre mantuvo a la misma).

La tecnología evoluciona a una velocidad inimaginable. Maria Sklodowska (1867-1934) habría gozado con los cambios, igual que hice yo con una biografía que compramos sobre ella en la Feria del Libro a mis trece años, de la que me enamoré y leí y releí ochenta veces, preludio insospechado de la especialidad que estudiaría mucho después. Anciupecio llamaban a la Curie en casa, no se me olvida, porque hasta los grandes personajes de nuestra historia son tan sólo personas para los suyos.
Considero un privilegio disponer de los medios para conocer la anatomía del individuo por dentro, sus dimes y sus diretes, sus vicios y sus virtudes, sus secretos más íntimos e incluso sus miedos, asistir como espectadora a su evolución en la enfermedad y también en la curación, y ser ese “desconocido en la sombra” que puede haberle salvado la vida realizando un diagnóstico brillante sin que el susodicho tenga noción siquiera de que existe esta especialidad médica. En realidad bromeo y suelo comentar que me paso el día “jugando a las maquinitas” porque lo que antes se estudiaba por planos y en escala de grises hoy puede hacerse en volumen y a colores, postprocesando las imágenes de forma cada día más simple. 
Tuve la suerte de vivir aún algún año del revelado manual durante mi residencia y así poder apreciar el hecho de disponer de las imágenes hoy en red para compararlas, editarlas y enviarlas incluso a miles de kilómetros. Estudiar los tractos cerebrales, pintarlos con paleta, medir en vivo y en directo las velocidades máximas y mínimas de las arterias carótidas, averiguar si una prótesis mamaria de silicona se encuentra intacta o no, diferenciar un angioma de un melanoma de coroides. En resumen, conocer los entresijos de los comportamientos celulares en el tiempo para cambiar el pronóstico vital del ser humano y de toda su biología, una maravilla visual. Muchas gracias por tu dedicación, querido Wilhelm. ¡Que te vaya bonito!. Con algo de suerte conservaremos el nombre de Radiólogos siempre para recordarte a ti, a tu mujer y al matrimonio Curie.



Nota: Mi pequeño homenaje: “Segunda Reunión de Meningiomas” en la plataforma Slideshare. Pero habrá muchas más, desgraciadamente.

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