El Pantocrátor d’Hix

Primera estrofa de la Canción del Elegido: “Siempre que se hace una historia se habla de un viejo, de un niño o de sí,
                                                                                     pero mi historia es difícil, no voy a hablarles de un hombre común,
                                                                                    haré la historia de un ser de otro mundo, de un animal de galaxia,
                                                                                    es una historia que tiene que ver con el curso de la Vía Láctea.
                                                                                    Es una historia enterrada, es sobre un ser de la nada”. Silvio Rodríguez

Ayer en mi antigua casa familiar volvimos a charlar sobre cosas. Sobre los jóvenes, sobre los viejos, sobre la salud, sobre el trabajo, y terminamos nuestra cena a base de pastel de pescado y palometa adobada con noticias sobre el terrorismo internacional, los Estados Unidos y el futuro. Y mi padre hizo mía una idea suya que me lleva rondando desde entonces, porque él es así, a veces con una frase habla ex-cátedra y cambia la perspectiva de las cosas. Le inquietaba el hecho de que una persona pudiera decidir sobre la vida o la muerte de otra impunemente, fuera quien fuera. Y de este modo mi mundo de Libra se zarandeó otra vez espasmódicamente en búsqueda permanente de la Verdad Objetiva, que nunca existe porque somos seres humanos y siempre es Verdad Subjetiva. Y los sentimientos viajan de la mano de la historia para acompañarse en el quehacer filosófico cotidiano. Una dosis de agua helada, esta vez vespertina, que despeja la cabeza y sonríe al corazón, porque obligación tiene el más capaz de pensar más aquello que hace o dice. Y ante la duda, mejor callar, no vaya a despertarse la hidra, el regreso del Tártaro se convierta en Noche de Difuntos y no podamos tomar de postre buñuelos de viento rellenos, que me recuerdan a mi abuela Isabel y me encantan, los hacía tan ricos.
Hoy la preocupación era más simple: ¿Dónde puñetas ha metido su carpeta de contactos del teléfono con ese dedito helado de “sindeticón”?. Haber nacido el mismo año que comenzó la Guerra Civil es lo que tiene, que te vuelves humilde diariamente. El hielo matutino.




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