Alegoría sobre unas Elecciones Generales

 


 “No se espantarán de que el culo sea tan desgraciado los que supieren que todas las cosas aventajadas en nobleza y virtud, corren esta fortuna de ser despreciadas de ella, y él en particular por tener más imperio y veneración que los demás miembros del cuerpo; mirado bien es el más perfecto y bien colocado dél, y más favorecido de la naturaleza, pues su forma es circular, como la esfera, y dividido en un diámetro o zodíaco como ella”. Gracias y Desgracias del Ojo del Culo. FRANCISCO DE QUEVEDO Y VILLEGAS (1580-1645).

Trabajé en Domingo y me pagaron sesenta y cinco euros en billetes. Comí cuatro medios sándwiches que mi antiguo marido y amigo de la carrera compró previsor y me regaló tras acompañar a nuestro retoño a ejercer su derecho al voto una vez más, y bebí agua del grifo de su también antiguo colegio (el de la hija, digo, el del padre pilla algo más distante), lo cual me importa tres pitos porque el agua de Madrid es buena, siempre lo ha sido. Conversé con multitropecientos treinta y trun vecinos y besé a algún amigo. Escribí hojas y hojas de datos innecesarios y firmé y firmé autógrafos a miles de fantasmas pululantes, asistí al espectáculo de algún ‘fumao’ con su mujer e hijos y recibí pacientemente la bronca de un nonagenario al que no permití votar con la fotocopia del D.N.I. a colores perfectamente plastificada. Paseé por el patio con varios policías nacionales y después con otros en autocar. Y visité la Junta de Distrito a horas intempestivas con mi carpeta y mis dos sobres de papel reciclado numerados por mí bajo el brazo toda digna, despierta y sonriente, como soy yo en mi habitual, placentera y feliz vida noctívaga.

Cuando entré en mi casa a eso de las dos menos cuarto de la noche tuve hambre y me preparé una rápida hamburguesa con queso Camembert por encima. Pensé entonces muchas cosas: “Que nuestra democracia es añosa, lo mismo que la fórmula de escrutinio de los cientos de miles de papeletas de votación, y que probablemente en Suecia se realice de otra manera”. “Que como acto social el proceso de votación es una joya”. “Que los seres humanos impepinablemente se agrupan por similitudes incluso estéticas”. “Que los que viajamos solos por la vida sufrimos más pero también nos reímos el triple”. “Que el colegio estaba cambiado, mejorado y empeorado a la vez”. ”Que los apoderados experimentados tranquilizaron el ambiente”. “Que olía a tabaco al terminar”. “Que había poquísimos interventores, en mi mesa ninguno”. “Que existen muchas personas en mi barrio que no han trabajado en Domingo en su preciosísima vida repleta de matices a las que les habría venido de perlas la experiencia”. Y un sinfín de detalles más que me callo, porque las guerras entre hermanos se hacen en casa. 
Pues ¡nada!, ¡hasta la próxima!. ¡Que ustedes lo disfruten!.

Y termino acompañándome de Julio Cortázar en sus “Historias de Cronopios y de Famas”:

INSTRUCCIONES PARA LLORAR
Dejando de lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza. El llanto medio u ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente.
Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca.
Llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia adentro. Los niños llorarán con la manga del saco contra la cara, y de preferencia en un rincón del cuarto. Duración media del llanto, tres minutos.


Foto de lámina de Lorenzo Goñi










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