Bofetadas Lingüísticas y otros Saraos Médicos

Leo en un periódico un artículo y busco y rebusco en internet aquello que desconozco... Me sorprendo: Descubro en dos minutos que ejerzo una Medicina basada en un “modelo paradigmático sociobiológico” con promoción, prevención, curación y rehabilitación de la salud, en lugar del “biologicista” que primaba en mi adolescencia, y me inquieto por varias razones:
- ¿Por qué?...
- ¿Desde cuándo?...
- ¿Existe la palabra “biologicista”?...
La última interrogación se responde rápidamente en el diccionario de la R.A.E.: NO. Me voy tranquilizando, pero cuando repaso entre líneas voy percibiendo el eufemismo: La transformación de la Medicina como Ciencia de la Salud en Política de la Salud. Entonces... ¿Qué tenía de malo el ser humano como biología para tratar de curarlo?. Pensando de esta manera me da por analizar el contexto y también el texto y sospecho que nos hemos columpiado sobremanera.
¿Hablamos de una única Ciencia Médica o de cincuenta?... Médicos ejercientes que también son políticos... Políticos ejercientes que también son médicos... Y cincuenta estilos de médicos diferentes, tantos como formas de entender la realidad social... ¡Y yo que pensaba que la Anatomía y la Fisiología eran similares para el grueso de la población!... 
A lo mejor es que me he hecho mayor y no me entero, pero en mi supuesto Juramento Hipocrático no se hablaba de las mismas cosas que en el original. Y todo ello se reduce a una premisa objetivable: El concepto de lo que se considera ético evoluciona en el tiempo histórico... Pero ¿Cómo se dictamina ese cambio?... ¿Con la democracia actual a través de sus legisladores?... ¿Quién es experto en Ética?... ¿Y en Bioética?... ¿Autocracia o Ética de Masas?... Ahí dejo la idea... Para soñar con angelitos o tener pesadillas... A gusto del consumidor. El gran error (o quizás ventaja) es transformar aquello extremadamente complejo en algo muy simple: Derechos y deberes, el aprendizaje para el futuro. Y es que hoy somos muy poco originales e incultos. Eso es una realidad que conozco desde el minuto uno de vida extrauterina. ¡Buenas noches nos dé Dios o dioses!.

            Una famosa sentencia de los Preceptos afirma que «donde hay amor al hombre, hay amor al arte». El amor al hombre es -debe ser, más bien- el fundamento del arte de curar. El conocimiento del hombre debe constituir, por tanto, la base del saber médico. Estudiemos, pues, lo que el hombre, tanto en estado de salud como en estado de enfermedad, fué en la mente del médico hipocrático”.


“Mayor precisión alcanzan las ideas embriológicas de los autores hipocráticos. Para ellos, las dos «semillas», la masculina y la femenina, colaboran, mezclándose entre sí, en la formación del embrión; pero el pensamiento acerca de la procedencia de esas «semillas» no es en todos coincidente. Erna Lesky ha distinguido en el pensamiento antiguo tres orientaciones principales acerca de la procreación:

  1. La teoría encéfalo-mielógena, que atribuye el origen de la semilla al cerebro y la medula espinal;
  2. La teoría de la pangénesis, según la cual la materia fecundante procedería de todas las partes del cuerpo;
  3. La teoría hematógena, para la cual el esperma tiene su fuente en la sangre”.

               “Dentro de este esquema embriológico deben ser entendidas las varias cuestiones particulares que entre los «fisiólogos» y los médicos griegos de los siglos V y IV suscitó el problema de la ontogénesis: la determinación del sexo, la biología de la oposición entre el lado derecho y el lado izquierdo del cuerpo y la herencia de los caracteres somáticos”.

                “El sexo del embrión corresponde al de aquel de sus progenitores cuya semilla predomina al mezclarse ambas en el útero materno. Procedente tal vez de Alcmeón y tácitamente apoyada en un esquema mental muy arraigado en el pensamiento griego -el «mecanismo del predominio» o epikráteia, fiel expresión de la profunda mentalidad agonal del pueblo helénico-, tal es la idea que acerca de la ontogénesis del sexo domina en el C. H. Debe añadirse, no obstante, que tanto Sobre la generación como Sobre la dieta atribuyen un carácter a la vez masculino y femenino -con el respectivo predominio de uno u otro, según el «esperma» sea del varón o de la hembra- a la semilla de uno y de otro sexo”.

                 “Con estas ideas se halla estrechamente relacionada la atribución de un carácter «masculino» al lado derecho del cuerpo y de un carácter «femenino» al izquierdo. Esta arcaica concepción, elevada a doctrina «fisiológica» tanto en el círculo pitagórico como en Jonia (Parménides, Anaxágoras), pasó luego a los médicos hipocráticos, especialmente a los de la escuela de Cos (Aforismos, Epidemias VI)”.

           “No menos preocupó a los hipocráticos el problema de la herencia de los caracteres somáticos. ¿Por qué los hijos se parecen a los padres? Para el autor de Sobre la generación, la transmisión de dichos caracteres es una «forzosidad» (anánkē), regida por el «principio del predominio» y determinada por un mecanismo en el que se combinan la preformación (la «forma» del progenitor está en su propia semilla), la localización (la semejanza entre el hijo y sus progenitores se produce «por partes») y la bisexualidad (cada una de las dos semillas es a la vez masculina y femenina). Sería necio considerar al autor de Sobre la generación un Wilhelm Roux avant la leltre; pero también sería injusto no ver en él un hombre que sabe observar la realidad y pensar agudamente sobre ella”.

           “El cuerpo humano está compuesto de partes, que nosotros hemos llegado a conocer mediante la disección (en griego, anatomē). ¿Practicaron los hipocráticos la disección de cadáveres humanos? La cuestión, que comenzó a ser discutida por Riolano hijo (1649), debe ser resuelta de manera negativa. Los textos sobre que se basaba la opinión contraria (Sobre las articulacionesSobre el corazón) no pueden resistir una crítica rigurosa. El saber anatómico de los hipocráticos -siempre al servicio de la práctica médica, nunca concebido como una «ciencia anatómica» de carácter teorético- tuvo como fuentes el ejercicio de la medicina, la visión directa de huesos humanos, la experiencia cinegética y culinaria y, sólo en muy contados casos, la experimentación en animales. La actitud religiosa y ritual frente al cadáver humano impidió en Grecia, hasta bien entrado el período helenístico de su cultura, la práctica de la disección”.

           “En sumarísimo compendio, tal fue el disperso saber anatómico de los hipocráticos. En él -acabamos de verlo- se mezclaron la observación, la conclusión analógica y la imaginación, tantas veces arbitraria y extraviada. Pero este abuso de la imaginación, ¿no fué, aunque descarriado, un modo de afirmar, con el autor de Sobre los lugares en el hombre, que la physis del cuerpo debe ser para el médico el principio de su saber?”.

            “Los varones no difieren de las mujeres sólo por su forma, también por su constitución. Las opiniones de los autores del C. H. a este respecto no son concordantes entre sí: unos afirman, con el sentir general de los physiológoi presocráticos, que la physis del varón es más cálida que la de la mujer; otros sostienen lo contrario. Y entre los seguidores de la primera opinión, los hay que interpretan ese presunto hecho a favor de una hipótesis más «constitucional» (Naturaleza del niño), y otros mediante una explicación más «condicional» (Sobre la dieta; influencia del régimen de vida sobre la diversidad de los sexos). Por lo demás, para el autor de Sobre la dieta no hay, desde un punto de vista sexual, «varones puros» y «mujeres puras»; en cada individuo humano, uno y otro sexo existirían en proporciones distintas. En la historia de Occidente, tal es la primera doctrina «fisiológica» -ya no mitológica- acerca de la radical intersexualidad del individuo humano”.

            “Pero además de diferir por el sexo y por la raza, los hombres difieren típicamente entre sí por lo que nosotros -heredando un nombre antiguo: temperamentum, el modo cómo están «atemperadas» entre sí las distintas cualidades elementales de una cosa- solemos llamar «temperamento». Las ideas de los hipocráticos acerca de los tipos temperamentales de la especie humana no son uniformes. Pero un estudio metódico del C. H. permite advertir, con Dittmer y Almberg, que en sus escritos son descritos con mayor o menor precisión el tipo flemático o pituitoso (Aires, aguas y lugaresEpidemias II, DietaDieta salubre), el bilioso (Aires, aguas y lugaresEpidemiasFracturasDietaDieta salubre), el sanguíneo (EpidemiasDieta) y el melancólico o atrabiliario (EpidemiasDieta en enfermedades agudasAforismosDieta). Todos ellos difieren entre sí por el hábito corporal y la índole de su krásis humoral, por sus peculiaridades fisiológicas y psicológicas y por su diversa propensión a enfermar; y a ellos habría que añadir, como tipos especiales, otros dos, el «esplénico» (Aires, aguas y lugares) y el «tísico» (EpidemiasAforismosEnfermedad sagradaPrenociones de CosPredicciones). No parece exagerado decir que la tipología y la caracterología nacen a la historia con el C. H.”

      “El curso de la vida humana es un continuo movimiento (kínēsis) desde la formación del embrión hasta la muerte del individuo. La vida del embrión se halla esencialmente integrada por dos actividades, el crecimiento de su totalidad (auxē) y la articulación de sus partes (diárthrōsis). La madre proporciona la sangre y el pneuma que ese crecimiento requiere, y el aumento de tamaño del feto llega hasta donde lo permite el volumen de la matriz. El feto, para nutrirse, «atrae» hacia sí lo que necesita, al igual que lo hace la semilla del vegetal cuando germina y crece (Sobre la generación)”.

        “Además de edades, en el curso de la vida humana hay ciclos y períodos. Tanto la idea del kyklos como la del períodos -al fondo, la célebre doctrina de un «eterno retorno» del orden cósmico-, tuvieron importancia fundamental en la visión griega del mundo. Fieles a tal mentalidad, los autores hipocráticos usan con cierta frecuencia esos términos, ya dotados de clara significación cosmológica (Sobre la dietaSobre las carnes), ya referidos a la vida del cuerpo humano, a los «ciclos» que presentan el curso de las funciones orgánicas, la aparición de las enfermedades y la evolución de éstas (Naturaleza del hombreHumoresEpidemiasAforismosAires, aguas y lugaresetc.). En los organismos vivientes impera, con la fuerza inexorable de una ley universal, la anánkē del período y el ciclo. Pero tanto uno como otro se hallan sometidos a la anánkē o moira verdaderamente suprema, la de la muerte, en la cual, según una de las leyes básicas de la cosmología helénica -el regreso de «lo semejante» a «lo semejante»-, los humores (Sobre las hebdómadas) y las dynámeis elementales (Sobre la naturaleza del hombre) se reintegran a lo que a unos y a otras es común en la materna physis del Universo”.







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