Las Edades de la Historia o Cómo no dejarse transformar por el Sistema en un Imbécil

Las Edades de la Historia.-

"Se solicita puesto de trabajo para proyecto financiero en Madrid. Requisitos: Licenciatura, experiencia demostrable, edad entre 24 y 40...". ¡Me despiporro!... ¿Cuántos seres humanos obtienen una licenciatura y tienen experiencia con venticuatro años?... Yo no conozco personalmente a ninguno... ¿Con treinta ya se dispone de ella?... ¿Entonces con cincuenta se es viejo?... ¡Córcholis!...¡Repámpanos!... O mejor: ¡Me cago en la puta de oros!... En mi trabajo, cuando se realizan consultas radiológicas se busca, generalmente, al especialista de confianza, pero al de más edad, que es el que nos saca las castañas del fuego, aquel que se ha ganado el prestigio con su buen hacer diario durante muchos años. En Medicina, decían mis residentes mayores en mi primera etapa de cuasiespecialista, como más se aprende es por ósmosis. Y es cierto. De un único caso clínico se pueden obtener miles de recuerdos de otros anteriores, con errores diagnósticos incluidos, e incluso consejos, que se pueden compartir verbalmente en menos de diez minutos, muchos de los cuales ni siquiera se describen en los libros, ni se describirán en el futuro.

       
                   
Hace aproximadamente un mes realicé una entrevista para dar clases en una universidad privada archiconocida... No es que me apeteciera mucho, pero la docencia me vuelve loca y mis compañeros, que lo saben, me animaron... Llegué a mi cita temprano, más mona de lo habitual, con mi extenso curriculum impreso, foto incluida, bajo el brazo... Me recibió amablemente una secretaria de trato cordial en un despacho de un pasillo del centro, lleno de estudiantes de cara despistada, que paseaban su palmito y sus libros aliñados con gritos histéricos y risas despreocupadas... Lo habitual a su edad... Buenos chavales de familias con cierto desahogo económico, que se pueden permitir el lujo de desembolsar más de mil doscientos euros mensuales en la formación académica de sus hijos... .. Y paso a relatar en presente, para enfatizar. ... Me dirige a un aula de tamaño mediano, con techos altísimos, ... Me siento en una silla  a una mesa alargada, en frente de mí se aposenta un hombre de unos treinta y ocho o cuarenta, blanco de piel, delgado, calvo, trajeado, más bajo que yo, de ojos oscuros, pequeños e incisivos, que maneja regularmente un portátil mediano... "Cuéntame", me dice... Y sonrío... Táctica controladora... El sacerdote, el consejero, el profesor... Le falta decirme "Cuéntame, hija"... Y acto seguido me dedico a enumerar las multitropecientas treinta y trún actividades desempeñadas por mí a lo largo de los años y mi peculiar interés, incluso afición, por la docencia... Me escucha amablemente, escudriñándome con sus ojos de halcón... En un momento concreto me pregunta por los títulos de que dispongo que demuestren mis capacidades lingüísticas en inglés: "A parte de largas temporadas en países de habla inglesa (que su buen dinero les costó a mis padres) y publicaciones en esta lengua, poseo un título de la Fairleigh Dickinson University de Nueva York, donde estuve además profundizando en lenguaje técnico y periodístico..." (Y pienso: "Ahora ya le he dejado epatado"....)... Pues... NO... Se descuelga respondiendo si dispongo del First Certificate o algún curso de la Escuela Oficial de Idiomas... Detengo mi exposición... Ha conseguido sorprenderme... Rememoro... "Creo que con catorce años me examiné de tercero o cuarto de la Escuela"... Respuesta: "Pues te convendría disponer de algún título de estos si quieres hacer carrera... ". Interrumpo con cierto mosqueo... "No tengo ningún inconveniente en continuar esta entrevista en inglés"...(Ni en Londres me trataron así, y los británicos son escrupulosísimos con su lengua materna)... No quiere, probablemente su inglés es peor que el mío... Lo siguiente: "¿Quieres hacer el doctorado con nosotros?"... Si hubiera querido hacer el doctorado... ESTARÍA YA HECHO... ¡Puñetas!... Ya me cabreo, y educadamente contesto: "En Medicina, a diferencia de otros ámbitos, existen dos tipos de profesionales: Los que se dedican a publicar y figurar, y los que se dedican a trabajar y estudiar, y, de vez en cuando, disponen de tiempo para publicar algo. Los primeros no saben Medicina, los segundos sí... Yo pregunto: ¿Cuál de los dos quieres (me tuteó antes) que trabaje con vosotros?"... Y súbitamente la docencia en este sector me importa tres narices... Y pienso para mis adentros: Una universidad como ésta no debería perder a una buena profesora como yo (porque es verdad que lo soy) por la incapacidad perceptora de un entrevistador que se ve sobrepasado ante mis alardes (a conciencia) profesionales o de relaciones sociales... 

Y me vuelvo volando y sonriendo una vez más con chulería, porque puedo, a mi puesto de trabajo, mi pequeño zulo sin luz natural, donde he colocado un humidificador de mi bolsillo, para enseñar allí a mis residentes (hoy hay tres), que tienen unos pocos años más (muy pocos) que estos estudiantes universitarios, y que son igual de inocentes (con gran regocijo por mi parte), y además no se ríen histéricamente, ¡gracias a Dios!, sino sólo con cierto nerviosismo, como yo, y con mucha inteligencia... Y a la universidad privada... ¡QUE LE DEN MUCHO Y BIEN!... http://youtu.be/ArDWi0cLTns

Comentarios

  1. Y, contra todo pronóstico, resulta que me mandan un correo donde me indican que mi nombramiento como profesora de esa universidad está pendiente de recoger... El mundo al revés...

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